Los molinos de harina fueron elementos típicos del paisaje junto a la ribera de los ríos y arroyos de nuestra provincia durante muchos siglos y factores fundamentales para la subsistencia diaria de sus habitantes que necesitaban moler el trigo para convertirlo en harina y esta, a su vez, en pan. Uno de los ríos donde mayor profusión de molinos hubo fue el río Henares, siendo la ciudad de Guadalajara y su comarca lugar privilegiado, en este sentido, ya que en ella se ubicaron varios de los molinos más importantes de la provincia. Se conoce la existencia de molinos en esta ribera desde el siglo XIII, aunque será a partir del siglo XV cuando mayor información documental generaron estos; por ejemplo, sabemos que a finales de dicho siglo varias de las familias más importantes de la ciudad, como los Mendoza, así como alguno de sus monasterios, como el de los Mercedarios de San Antolín o el de los Jerónimos (Lupiana), contaban con uno o varios molinos; incluso alguna de las familias judías avecindadas en la ciudad, como los Bienveniste, obtuvieron licencia real para edificar un molino junto al río Henares.
Es en este contexto donde debemos encuadrar el molino sobre el que nos vamos a referir a continuación, el de Moyárniz, levantado junto a la ribera del río Henares, en el término del lugar de Benalaque, pueblo anejo al de Cabanillas del Campo. Este molino fue vital, primero, para la subsistencia de unos habitantes que recurrían a él en época de crisis y carestía y, posteriormente, durante los siglo XIX y gran parte del XX, llevando a cabo una destacada actividad harinera. Sin embargo, al día de hoy presenta un grave deterioro, a punto de venirse abajo y con él cientos de años de historia