El molino de Moyárniz: un complejo harinero abandonado a su suerte.

Los molinos de harina fueron elementos típicos del paisaje junto a la ribera de los ríos y arroyos de nuestra provincia durante muchos siglos y factores fundamentales para la subsistencia diaria de sus habitantes que necesitaban moler el trigo para convertirlo en harina y esta, a su vez, en pan. Uno de los ríos donde mayor profusión de molinos hubo fue el río Henares, siendo la ciudad de Guadalajara y su comarca lugar privilegiado, en este sentido, ya que en ella se ubicaron varios de los molinos más importantes de la provincia. Se conoce la existencia de molinos en esta ribera desde el siglo XIII, aunque será a partir del siglo XV cuando mayor información documental generaron estos; por ejemplo, sabemos que a finales de dicho siglo varias de las familias más importantes de la ciudad, como los Mendoza, así como alguno de sus monasterios, como el de los Mercedarios de San Antolín o el de los Jerónimos (Lupiana), contaban con uno o varios molinos; incluso alguna de las familias judías avecindadas en la ciudad, como los Bienveniste, obtuvieron licencia real para edificar un molino junto al río Henares.

Es en este contexto donde debemos encuadrar el molino sobre el que nos vamos a referir a continuación, el de Moyárniz, levantado junto a la ribera del río Henares, en el término del lugar de Benalaque, pueblo anejo al de Cabanillas del Campo. Este molino fue vital, primero, para la subsistencia de unos habitantes que recurrían a él en época de crisis y carestía y, posteriormente, durante los siglo XIX y gran parte del XX, llevando a cabo una destacada actividad harinera. Sin embargo, al día de hoy presenta un grave deterioro, a punto de venirse abajo y con él cientos de años de historia

De su existencia, como molino de Munárniz, tenemos conocimiento ya desde finales del siglo XV, fecha en la que pertenecía a Ana y Beatriz de Mendoza, hijas de Diego Hurtado de Mendoza, Duque del Infantado, y de Isabel Enríquez, su segunda esposa. El molino lo había heredado, a su vez, don Diego de su padre, Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, por lo que podemos datar su construcción, al menos, en la primera mitad del siglo XV. El molino se encontraba ubicado dentro de las posesiones que recibieron en herencia Ana y Beatriz, donde estaban incluidas una parte del Río Henares, un soto y una dehesa, que iban desde el arroyo de Forenllos? hasta las proximidades del molino del Olmo, ubicado en Alovera y que pertenecía a los frailes de San Bartolomé.

Desde entonces y hasta recibir su definitivo nombre, molino de Moyárniz, ha sido denominado de muy diferentes maneras a lo largo de la Historia, (Munárniz, Montenis, Munarnes, Munaines, Monaines, etc.), en lo que, sin duda, fue un error gramatical de los escribanos de turno a la hora de escribir su nombre. Este hecho unido a su vinculación tanto con Cabanillas del Campo como con Alovera ha sido motivo de no pocos equívocos. El hecho de que algunos escribanos se refirieran a él con diferentes nombres, nos hizo pensar que había dos molinos, uno en el término de Cabanillas del Campo, el de Moyárniz, y otro en Alovera, el de Montenis. Este equívoco se magnificó aún más cuando este apareció en la relación de bienes del mayorazgo fundado en 1532, por el canónigo segoviano, don Juan del Hierro, que incluía tanto al molino, que ubicaba en Benalaque (antigua localidad perteneciente al común y tierra de Guadalajara, situado junto a Alovera y Cabanillas), como diversas posesiones, incluidas sus casas principales, situadas en Alovera. Si a esta circunstancia añadimos el hecho de que el concejo de Alovera lo tomase bajo su poder, mediante un censo perpetuo otorgado por el rey, por el que pagaría a Pedro del Hierro, entonces su poseedor, 350 fs de trigo anuales, entenderemos mejor el porqué se llegó a pensar de la existencia de dos molinos.

Partiendo del hecho de que el molino de Moyárniz estaba situado en Benalaque, y que sobre él tenía ciertos derechos el Concejo de Alovera (en las Relaciones Topográficas de Felipe II, se habla del molino de cuatro piedras de Monarnis y de su pertenencia a Alovera) el siguiente paso fue determinar qué sucedió en los años siguientes. Sabemos que a mediados del siglo XVI el Concejo de Alovera se tuvo que gastar más de un millón de maravedíes en su reedificación por los destrozos provocados en su presa caz y socaz, en las grandes riadas que hubo en 1565. Tras la desaparición del pueblo de Benalaque y al pasar este a depender jurisdiccionalmente de Cabanillas del Campo, el molino pasó también a estar bajo la jurisdicción directa de su concejo; a esto se unió la ruina económica de sus dueños, la familia Hierro, que lo vendieron, desligándolo de su mayorazgo y de Alovera, donde tenían sus casas principales. En los años siguientes los destrozos ocasionados en la presa por las numerosas riadas que hubo durante la primera mitad del siglo XVII fueron tan importantes, que Diego del Hierro, en 1659, alegó como causa de que se encontrase arruinado y muy endeudado los gastos que tuvo que realizar en el arreglo de la citada presa, que se había roto de forma continuada a lo largo de los seis últimos años. Un año después, en 1660, Diego del Hierro y Lima, regidor de Guadalajara, ante la ruina que amenazaban tanto sus casas principales como el molino, se vio obligado a vender parte de su hacienda.

El siguiente dato, nos indica de forma clara que en 1663, este molino pertenecía ya a Cabanillas del Campo. Se trata de un documento fechado el 7 de mayo de 1663, en la visita realizada a dicho molino por el alcalde de Cabanillas, el licenciado Francisco Pérez Estremera y el almotacén, Pedro Vacas, en el que textualmente se dice que: » Estando en bisita del molino de Moyarnis, en la ribera del Henares, jurisdiçión de la villa de Cabanillas, (…)«. Esta dependencia se ratifica en el pleito que tuvieron, en 1689, Garci Hernández y su mujer, Ana Pérez, «molineros en el molino arinero que llaman de Moyarnis desta jurisdiçión (Cabanillas)«, con Diego Celada, vecino de Cabanillas. Más tarde, en 1711, en una escritura de concesión del encabezamiento de alcabalas al concejo y justicias de Cabanillas por parte del conde de Fontanar, Alejo Manrique de Guzmán y Pacheco, se hace referencia, nuevamente, a la dependencia de este molino de Cabanillas.

A principios del siglo XVIII, éste pertenecía a Antonio Puche, regidor perpetuo de la ciudad de Guadalajara, señor de la villa de Camarma de Esteruelas y Villaviciosa, y a su mujer María de Rueda y Pedrosa. En 1729, sus hijos y herederos, Juana Juliana Puche, viuda de don Alfonso Espejo, Antonio Puche Quintana, Fernando de Cuartas y Castro y María Puche, su mujer arrendarían el molino a los vecinos de Cabanillas Francisco Cuenca y Teresa del Castillo, su mujer, por un período de 4 años. Pocos años después, en 1749, y muy posiblemente debido a la venta de este molino, se hizo una tasación de todos los utensilios, enseres y materiales que lo conformaban. Su compra la debió llevar a cabo Luis López Soldado, vecino de Mondéjar, ya que en el Catastro del marqués de la Ensenada (1752), aparece como poseedor de este molino. En 1767, figura como su dueño y poseedor, Mateo Ugarte de la Cruz y Aedo, vecino de Madrid, quien lo heredó de Vicenta de la Cruz y Aedo, su madre.

La importancia de este molino dentro del entramado económico de la villa de Cabanillas del Campo, fue notable, como sucedió durante los años de gran carestía del siglo XVIII, en especial, los años de 1766 y 1767, años de gran penuria y escasez de trigo, no sólo en Cabanillas, sino para toda España, en los que hubo motines y revueltas generalizadas, como el famoso Motín de Esquilache. En esos años las malas cosechas se sucedieron y los labradores veían desesperados cómo les faltaba, no sólo el grano para cultivar, sino que además, no disponían de dinero suficiente para hacer frente a los gastos contraídos, bien mediante las firmas de censos, bien por los préstamos realizados por el pósito, etc. Ante esta situación el Concejo de Cabanillas buscó una solución, recurriendo a los dueños del molino de Moyárniz. Venía siendo ya tradicional que en años de malas cosechas el Concejo solicitase a estos un adelanto del pago de las contribuciones, que éste pagaba del derecho de cientos y alcabalas,

sobre el grano que molía dicho molino. En 1767, la villa ante la escasez de alimentos y las malas cosechas, se vio obligada a pedir, a Mateo Ugarte, un nuevo anticipo de 200 ducados, sobre el ajuste que el molino tenía hecho con la villa sobre los dichos derechos de cientos y alcabalas del grano que molía. De esta manera, el dinero que adelantaban los dueños del molino servía para mitigar, en parte, la penuria económica por la que estaban pasando tanto el Concejo como los vecinos de Cabanillas, que si bien no les servían para aumentar la cosecha de grano, sí les permitían mirar el futuro con cierto optimismo.

De los siglos XIX y XX, hasta que dejó de funcionar, poco se ha estudiado por ahora sobre su actividad industrial; algunas noticias nos informan de que en 1893 hubo un gran incendio que redujo a cenizas todo el edificio. Este, no obstante, fue de nuevo levantado, volviendo a realizar su tarea hasta que definitivamente dejó de funcionar en el último cuarto del siglo XX.

Que estas breves anotaciones sobre su esplendoroso pasado nos sirvan para reflexionar y poner los medios necesarios, a quien competa, y se mantenga en pie, de manera digna, un elemento industrial tan antiguo como es este molino. Hoy en día nos encontramos dentro de una de las zonas industriales más prósperas de España, el corredor del Henares; pues bien, no estaría de más que esta prosperidad salvase a este molino convirtiéndolo, por ejemplo, en un museo en el que se expongan todos los utensilios propios de esta actividad, con sus diferentes piedras, su caz y socaz, en los que aparezcan los diferente tipos de granos que aquí se molían; donde se explicara a las generaciones futuras términos como la maquila, el pan de poya… En definitiva, un museo o escuela taller, o ambas cosas a la vez, que recuperase para nuestros hijos y nietos el recuerdo de una forma de trabajar el trigo y la harina y mantener así viva, en una comarca típicamente cerealista como esta, la tradición harinera y panadera. Pongámonos en marcha.

BIBLIOGRAFÍA:

CASTELLOTE HERRERO, Eulalia. Molinos harineros de Guadalajara, 2008.

MEJÍA ASENSIO, Ángel. Cabanillas del Campo: el devenir de una villa castellana de los siglos XVI al XVIII, 1996.

MEJÍA ASENSIO, Angel. Auge y decadencia de una villa castellana: Alovera (siglos XVI-XVIII).

 

Imágenes: Emilio Roldán Zamarrón

 

 

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