Los “Cristos” de Cabanillas del Campo

La cercanía de la Semana Santa y los cuarenta días previos, que dentro del tiempo litúrgico cristiano, conocemos como Cuaresma, que se inició el 2 de marzo y terminará el 14 de abril, con la celebración del Jueves Santo, nos dan pie para escribir sobre las imágenes devocionales más importantes que ha tenido Cabanillas del Campo a lo largo de su historia, y que fueron conocidas como el “Cristo de Benalaque” y el “Cristo de la Expiración”.

La religiosidad popular alcarreña ha encontrado en la figura del Cristo crucificado uno de los motivos de culto más destacados, siendo la mayoría de sus imágenes consideradas como muy milagrosas. Baste citar, entre otros, al Cristo de las Misericordias, de Quer; al Santo Cristo de la Luz, en Alovera; al Cristo de la Esperanza, en Marchamalo; o a las diversas imágenes de Cristo que había en las iglesias de Guadalajara, entre ellas la del Cristo, en San Ginés; la del Cristo de la Salud, en San Nicolás; o las del Santo Cristo del Perdón, el Cristo de Viana y el Cristo de las Misericordias, en Santa María de la Fuente. Y junto a estas imágenes contábamos en Cabanillas del Campo con varias representaciones como las del Cristo de la Luz y la del Cristo de Benalaque, ubicadas en sendas ermitas de la aldea de Benalaque, que desde 1627 pasó a formar parte de Cabanillas y, con ella, sus ermitas; y, por supuesto, el Cristo de la Expiración de la propia villa de Cabanillas. Estos ejemplos nos dan una pequeña idea sobre la importancia que su culto tuvo en toda la Tierra de Guadalajara, de la que formaba parte esta villa.

Hace unos años, al escribir sobre Cabanillas, me hacía eco de estas diferentes imágenes tanto las de Benalaque como la de Cabanillas, llegando a identificar el Cristo de Benalaque con el Cristo de la Expiración. Ahora, después de los años y, tras una lectura más pausada de los pocos documentos disponibles, mi perspectiva sobre este tema ha cambiado, hasta el punto de replantearme si son dos “Cristos” diferentes, como parece que indican los documentos examinados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antiguas imágenes, hoy desaparecidas, del Santo Cristo de la Expiración y la del Santo Cristo de Benalaque.

Que en Cabanillas existía ya un Cristo en el siglo XVI lo tenemos muy claro, desde el mismo momento en el que una de las naves laterales de su iglesia llevaba, precisamente, el nombre de “nave del Cristo”; además, en dicha nave se encontraba una capilla con esta advocación, en la que fueron enterrados algunos de sus vecinos más notables. Esta imagen y la capilla contaban para su mantenimiento, ya en el siglo XVIII, con una memoria, lo que hoy denominaríamos como una fundación, destinada a pagar los gastos ocasionados para comprar los adornos que se colocaban en su altar, así como para el aceite que se echaba en la lámpara que lo iluminaba.

Nos encontramos, por otra parte, que en Benalaque había dos ermitas cuya devoción principal era un Cristo. En una de ellas que, en realidad, era su antigua iglesia parroquial, se le daba culto al Cristo de la Luz; y en la otra, que se encontraba en lo que había sido la capilla del convento de Santo Domingo, convertida en ermita, había una imagen considerada como muy milagrosa por los labradores de toda la comarca y que era conocida como el “Cristo de Benalaque”. Esta imagen pertenecía a dichos frailes de Santo Domingo, quienes habían fundado un convento en Benalaque, en 1502, bajo el mecenazgo de Pedro Hurtado de Mendoza (hermano del cardenal Mendoza), Adelantado de Cazorla y de su segunda mujer, Juana de Valencia. El convento y los frailes, debido a la mala salubridad de la zona, se trasladaron hasta la vecina ciudad de Guadalajara, en 1548, edificando un nuevo convento donde hoy se encuentra la iglesia de San Ginés (antigua iglesia de Santo Domingo). El primitivo convento perdió casi todas sus dependencias, excepto su iglesia, que se convertiría en un gran santuario, cuya imagen devocional más importante fue el “Cristo de Benalaque”. Posiblemente, ante el deterioro de esta ermita la imagen se trasladó hasta el convento dominico de Guadalajara, donde se encontraba a principios del siglo XVIII, pero compartiendo períodos de custodia entre su santuario y el citado convento.

La fama de esta imagen como hacedora de milagros llevó, en 1710, al concejo y labradores de Cabanillas a solicitar su cesión a los dominicos para sacarla en rogativa y para pedir por el fin de la langosta que desde el año anterior estaba asolando los campos y cosechas de esta villa. Lo que les fue concedido sin ningún problema.

Por esas mismas fechas, marzo de 1710, los labradores y vecinos, en general, de Guadalajara, que habían padecido igualmente los efectos desoladores de la langosta durante el año 1709, solicitaron permiso al padre prior del convento de Santo Domingo, como responsable del santuario de Benalaque, y al cabildo de curas y beneficiados de la ciudad para que, una vez que los vecinos de Cabanillas terminasen de hacer sus rogativas, pudiesen hacer ellos lo mismo en la ciudad.

Para ello propusieron que desde Cabanillas se trajese esta imagen en procesión hasta el convento de Santo Domingo, en Guadalajara, con el fin de celebrar en su honor una novena pidiendo por el fin de esta plaga. Se acordó que todos juntos, comunidades de religiosos, hermandades y el concejo de la ciudad, se desplazasen con «las luces de las hermandades” hasta el límite de Cabanillas con Guadalajara, para recibir y acompañar al “Cristo de Benalaque”, que previamente había salido de su santuario, presididos por el cura y la cruz de la parroquia que decidiese el dicho cabildo. Llegados a Guadalajara, la procesión se iniciaría en el desaparecido convento de Nuestra Señora de la Merced (estaba situado donde hoy se encuentra el antiguo hospital de la Merced, a mano izquierda según se sube a Guadalajara, pasado el puente sobre el río Henares).

A partir de ese momento poco conocemos de la posterior evolución de ambas imágenes; nos queda en este sentido mucho trabajo por hacer. En el caso del “Cristo de la Expiración” la fundación de su hermandad, en 1852, así como la redacción de unas ordenanzas, nos permiten conocer parte de su historia más reciente. Como, por ejemplo, y en relación con la Semana Santa, la obligatoriedad que tenían todos los miembros de la hermandad de asistir a los actos religiosos celebrados durante el Jueves Santo y Viernes Santo. En cuanto a la actual imagen del “Cristo de la Expiración” se trata de una figura tallada de madera donada, en 1947, por Victoriano Celada.

Sobre el denominado como “Cristo de Benalaque” poco más puedo añadir a lo que hasta aquí he comentado; a partir de esta fecha hay un gran vacío documental que espero pueda resolver en algún momento, con la “aparición” de la documentación precisa , pero por ahora lo único que me ha generado es una duda respecto a algo que en su momento tenía muy claro y que ahora ya no lo tengo tanto, referente a la existencia de los dos “Cristos” comentados y si en algún momento se convirtieron en uno solo, el que ha llegado hasta nosotros como “Cristo de la Expiración”. Por ahora no tengo motivos para pensar así, por lo tanto, me atrevo a decir que el “Cristo de Benalaque” y el “Cristo de la Expiración” son dos imágenes diferentes.

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