Con motivo de los 600 años de lo que fue un posible envenenamiento del Papa Benedicto XIII, en 1418, quiero conmemorar aquel suceso recordando el artículo que, en 2002, escribía para la revista “Parte Médico”, Boletín del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Guadalajara, nº 3, en el que hacía referencia, precisamente a una receta confeccionada por treinta eminentes médicos para sanar la delicada salud de Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor, Benedicto XIII, conocido como “Papa Luna”. Aunque la noticia me apareció en un legajo del Archivo Municipal de Guadalajara, fechado en 1555, esta se refería al momento en el que este Papa fue envenado, principios del siglo XV, en una época donde la Iglesia estaba viviendo un grave cisma, llegando a coexistir, al mismo tiempo, hasta tres Papas.
La nota, que recoge la composición que tenía esta receta, nos permite hacernos una idea sobre cómo se actuó ante lo que parecía un envenenamiento de este Papa y los remedios que se propusieron para curarlo. Sin duda, que este surtió efecto, ya que no moriría hasta unos años más tarde, en 1423, a la elevada edad de 95 años.
Los componentes de esta receta, las especias que se utilizaron, fueron:
. Una onza de anís.
. Una onza de simiente de hinojo.
. Una onza de alcaravea.
. Una onza de regaliz.
. Una onza de dictamo.
. Una onza de canela.
. Seis onzas de culandro preparado.
. Doce onzas de azúcar de Valencia.
Para que surtiese el efecto deseado estas especias, bien molidas y mezcladas, se echaban en una taza, suministrándoselas al paciente en una cuchara, que tomaría después de comer y de cenar, siendo indispensable, para que surtiese el efecto deseado, que este no bebiese agua después de su toma.
Según los treinta médicos que la firmaban, sus propiedades curativas eran muchas y variadas ya que actuaba sobre todo el organismo humano, produciendo una notable mejoría. Entre sus efectos beneficiosos actuaba, sobre el aparato digestivo, permitiéndole hacer una buen digestión después de las comidas, limpiaba el estómago, mataba las lombrices y aumentaba el apetito; sobre el aparato respiratorio, ablandado los pechos en caso de enfriamiento y calentando los tuétanos; sobre la vista su principal efecto era reconfortar los ojos cuando estaban cansados, de fortalecerlos, además de destruir las lágrimas indeseadas y de “alumbrar” la vista; sobre el aparato circulatorio, su beneficio consistía en “hacer buena sangre”; en el aparato urinario, actuaba de manera beneficiosa rompiendo las piedras de la vejiga y eliminando el dolor de los riñones. Asimismo, impedía que los malos humores llegasen a la cabeza, reduciendo las temidas jaquecas, ayudaba a dormir bien y actuaba contra la parálisis.
La receta, más que un remedio contra un envenenamiento, parece que iba dirigido a resolver todo tipo de enfermedades tanto corporales como mentales, dada la avanzada edad del Papa, pues la última aplicación que estos médicos proponían iba dirigida a despertar el entendimiento, ayudando al que la tomaba a discernir con mayor claridad en todo lo relacionado con la comprensión y mejor rendimiento de las capacidades intelectuales.
En definitiva, esta receta nos remite a los viejos remedios caseros, a aquellos ungüentos milagrosos que todo lo curaban y que tuvieron un gran protagonismo en aquella época y este, en concreto, salvando la vida del Papa Luna.
NOTA: Sobre esta receta, Juan Bautista Simó Castillo, ha escrito el libro: Polvos medicinales para el pontífice Benedicto XIII. “Tisana del Papa Luna”, en 2007. Asimismo, se ha elaborado y comercializado, una tisana con sus componentes